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Minaretes, un voto que nutre la desconfianza

La primera mezquita de Suiza con minarete fue construida en 1962 en Zúrich. RDB

La prohibición de construir nuevos minaretes en Suiza atiza un sentimiento de desconfianza entre los ciudadanos y pone de manifiesto las divisiones en el interior de los partidos. A seis meses del escrutinio, análisis de la situación con sociólogos y politólogos.

Como permitía suponer el resultado de la votación del 29 de noviembre de 2009, el sí del 57,5% del electorado a la prohibición de construir nuevos minaretes ha hecho correr mucha tinta y aún genera polémica.

“Por primera vez en la historia de la democracia suiza un objeto alimenta el debate público antes y después de la votación”, observa el diputado del Consejo Nacional Andreas Gross, en la introducción de su libro titulado ‘El debate sobre los minaretes, entre la provocación y la confusión’. El autor examina el impacto de la iniciativa sobre los derechos humanos y la democracia.

La desconfianza solapada

Para el sociólogo Sandro Cattacin, la votación no tuvo impacto sobre las relaciones cotidianas entre los ciudadanos suizos y los extranjeros. “Sin embargo, encontramos un marcado aumento de la desconfianza dentro de la comunidad árabe en Ginebra hacia las instituciones de Suiza”, afirma.

Un hecho preocupante para el profesor de la Universidad de Ginebra, que percibe, a través de la sospecha, un peligro para la colectividad pública y la coexistencia pacífica entre las comunidades. “Un sistema basado en la desconfianza, como es el caso hoy en día en Suiza, abre la puerta a los conflictos”.

De acuerdo con Mallory Scheuwly Purdie, del Observatorio de las Religiones en Suiza, es difícil determinar exactamente qué ha cambiado en la relación y la convivencia en los últimos seis meses: “Constatamos, sin embargo, que los temores respecto a los musulmanes persisten y que la imagen de esta comunidad en la sociedad suiza sigue siendo negativa. Hoy en día, se es suizo o musulmán, pero en ningún caso suizo musulmán”.

Integración afectada

Sandro Cattacin subraya también que “el drama de los votos”, es haber tenido el efecto de echar por tierra años de integración política. “Ya lo habíamos notado después de las iniciativas xenófobas de la década de 1970. Lastimados y golpeados en la confianza, muchos jóvenes declinaron realizar el proceso de naturalización en una sociedad que los rechazaba”.

Para llenar el vacío, particularmente profundo en las zonas exteriores a las ciudades, donde la oposición a los minaretes fue la más masiva, las políticas tradicionales de integración no serán suficientes, dice Sandro Cattacin. “Habrá que dar señales claras y simbólicas, con la adopción, por ejemplo, de leyes contra la discriminación”, agrega el especialista.

“Podemos seguir estableciendo prohibiciones, agrega Mallory Schneuwly Purdie, pero no vamos a resolver el problema de la integración, especialmente para los jóvenes de la segunda generación. No hay que olvidar que en el 2000, año del último censo federal, aproximadamente un tercera parte de los musulmanes en Suiza tenía menos de 15 años”, recuerda.

Ferviente partidaria de la iniciativa, la Unión Democrática del Centro UDC/derecha conservadora) reitera, por el contrario, que la prohibición de minaretes no viola la libertad de religión, sino que fortalece los esfuerzos de integración. “Los demás partidos y el gobierno abrieron finalmente los ojos al problema del Islam en Suiza”, dice Silvia Baer, vicesecretaria general de la UDC.

Abismos e incertidumbre política

La votación tuvo también repercusiones políticas. Esta es la conclusión del politólogo Oscar Mazzoleni, del Observatorio de la Política en Bellinzona. “La cuestión de los minaretes ha ampliado las divisiones dentro de los partidos. Al tratarse de un asunto que va más allá de las oposiciones que dividen normalmente a la izquierda y la derecha, surgieron diferentes sensibilidades”.

Hans Hirter, del Instituto de Ciencias Políticas en la Universidad de Berna, comparte ese análisis y establece que el contraste es especialmente evidente en los partidos del centro. “Encontramos que la élite del Partido Liberal Radical y del Partido Demócrata Cristiano se opusieron a la iniciativa, mientras que gran parte de los votantes la aceptaron”, precisa.

“A diferencia de las semanas anteriores a la votación, los partidos están más conscientes hoy de que la presencia de musulmanes en Suiza y el Islam en general, son temas de política exterior, que pueden entrañar consecuencias para la imagen de Suiza en el extranjero”, agrega Oscar Mazzoleni.

Escrutar a nuestros vecinos europeos

En vista de lo anterior, la incertidumbre que rodea el debate sobre el burka no es sorprendente. “Una cosa es hablar de la inmigración, los extranjeros, la naturalización y el derecho de asilo en general. Otra cosa es que apuntar a un grupo religioso específico, a través de una campaña. Esto es claramente una novedad con respecto a lo que veíamos hace algunas décadas”, subraya Oscar Mazzoleni.

El tema del burka fue discutido recientemente por el Parlamento del cantón de Argovia, que decidió elaborar una iniciativa cantonal para pedir su prohibición en lugares públicos.

Proyectos similares aún no han sido examinados por los cantones de Solothurn y Berna. Al igual que en Argovia, los funcionarios municipales deben decidir si presentan estas iniciativas al Parlamento.

A mediados de mayo, el Consejo Federal (Gobierno) había recomendado rechazar la moción del diputado UDC Oskar Freysinger. El legislador pretende que la prohibición de cubrirse el rostro sea inscrita en la ley federal para el mantenimiento de la seguridad interior. Según él, cualquier persona que se presente a una autoridad federal, cantonal o comunal, tendría que hacerlo con el rostro descubierto.

Oscar Mazzoleni, considera que la evolución del debate sobre el burka en Suiza dependerá en gran medida de lo que sucede en Europa. “Estamos a la expectativa. Por un lado tenemos esta posición de Argovia, por otra parte, esperamos a ver qué pasa en el exterior, especialmente en Francia e Italia, a fin de no encontrarnos nuevamente aislados”.

Luigi Jorio, swissinfo.ch
(Traducción: Marcela Águila Rubín)

Cerca de 350.000 musulmanes (2008) están afincados en Suiza. Su número se duplicó entre 1990 y 2000, y casi el 10% de ellos tiene doble nacionalidad.

En 2000, año del último censo nacional, representaban el 4,3% de la población. Los musulmanes forman la tercera comunidad religiosa después de los católicos y los protestantes.

El 56% de los musulmanes son originarios de los Balcanes (Bosnia y Albania en su mayor parte), el 20% de Turquía y el 4% del Magreb.

En Suiza hay cuatro mezquitas con minaretes (Zúrich, Ginebra, Winterthur y Wangen bei Olten) y cerca de 180 lugares de oración, situados generalmente en centros culturales.

El 29 de noviembre de 2009, un 57,5% de los votantes suizos aceptó la iniciativa para prohibir la construcción de nuevos minaretes.

Sin embargo, la construcción de un nuevo alminar no se excluye: Berna estudia un proyecto en Langenthal.

“Examinamos las consecuencias que entraña la prohibición”, explicó Anita Horisberger, de la oficina jurídica de la Dirección de Obras Públicas del Cantón de Berna. La decisión deberá producirse entre el verano y el otoño próximos.

Según Daniel Kettiger, representante legal de la comunidad islámica en Langenthal, no hay duda. El permiso de construcción fue solicitado en 2006, es decir, mucho antes del escrutinio.

Una opinión con la que difiere el profesor de Derecho en la Universidad de San Gallen, Rainer Schweizer, para quien el nuevo artículo de la ley es aplicable también a los proyectos pendientes.

Pero la comunidad musulmana en la pequeña población bernesa está decidida a seguir adelante. Si su proyecto para construir un minarete es bloqueado, no dudará en recurrir a la Corte Europea de Derechos Humanos.

Hasta el momento, Estrasburgo ha recibido seis recursos relacionados con la prohibición de construir minaretes. Los jueces deben examinar aún la admisibilidad de esas solicitudes.

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