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Irlanda y Argentina frente a la legalización del aborto

Redacción de Swissinfo

La democracia directa o la representativa son los marcos para legalizar la interrupción voluntaria del embarazo en Irlanda y Argentina. La politóloga Yanina Welp, del Centro de Democracia Directa en Aarau (Suiza), analiza los dos procesos.

Mujer con pañuelo verde que le cubre la mitad de la cara.
En Argentina, la Cámara de Diputados ha votado a favor de la legalización del aborto. El próximo 8 de agosto el Senado puede confirmar o rechazar esta decisión. Keystone

El ciudadano común no debe tomar decisiones complejas, no está preparado, se deja llevar por las pasiones”. “Los políticos son todos corruptos, solo piensan en mantenerse en el poder”. De un lado del ring, se espera que el gobierno representativo funcione como un filtro al “desgobierno del caos” al que estarían condenadas las masas. Del otro lado, cada vez más voces recetan mecanismos de participación directa para curar una “democracia enferma”. ¿Falsa polémica? Sí. ¿Es mejor la democracia representativa que la directa? En teoría ambas son estupendas. En la práctica nunca ha existido una democracia directa plena y los mecanismos de ambas pueden fallar. O funcionar aceptablemente bien.

Entre mayo y junio de 2018, en Irlanda y Argentina tuvieron lugar dos procesos en los que se aprobaron normas favorables a la interrupción voluntaria del embarazo. En Irlanda fue avalada en referéndum la recomendación de una Convención Ciudadana elegida por sorteo. En Argentina, la decisión (media sanción en la Cámara de Diputados) quedó en manos del Congreso. Aquí algunas reflexiones sobre ambos procesos.

El sorteo como mecanismo de selección de autoridades fue usado en la antigüedad. En Atenas, por ejemplo, lo introdujo ClístenesEnlace externo hacia el año 507 a. C.. El gobierno se organizaba en una asamblea, donde participaban todos los ciudadanos varones de la ciudad, y un senado, electo por sorteo. Los senadores se escogían en una lotería (puro azar), aunque no todos los nombres entraban en la bolsa de la que salían los seleccionados.

En la actualidad, en Columbia Británica –provincia canadiense– (2004), Islandia (2011) o Irlanda, se usan técnicas de muestreo para que la asamblea aporte “representación descriptiva”. Esto es, que su composición sea un reflejo de la sociedad en que se instala, incorporando una participación proporcional de mujeres, personas de distintos niveles educativos y/o de ingresos, edades y habitantes de distintas regiones del país: son atributos sociodemográficos despojados de ideología (lo que no implica que los y las participantes no la tengan).

Foto primer plano de Yanina Welp
Yanina Welp es directora para América Latina en el Centro de Investigación sobre Democracia (ZDA) en Aarau (Suiza) y codirectora del Centro de América Latina de la Universidad de Zúrich. Doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona), coordina una investigación sobre mecanismos de democracia directa en 18 países latinoamericanos. Zvg

En la composición de la Cámara de Diputados argentina prima el criterio de representación ideológica. Las elecciones centradas en torno a partidos políticos, que idealmente son escogidos por sus propuestas programáticas, y el sistema proporcional de reparto de escaños, funcionan como mecanismos de distribución del poder en base a criterios ideológicos. Hasta no hace mucho el Congreso estaba dominado por varones de mediana edad, con una participación desproporcionada de juristas.

Las leyes de cupo han mejorado la representación descriptiva de las mujeres, impulsadas por dos argumentos: primero, la ausencia o subrepresentación de la mitad de la población pone en cuestión la misma democracia y, segundo, la representación descriptiva mejora la representación sustantiva (referida a políticas concretas). Más claro: ¿promueven las mujeres una agenda política de género más y mejor que sus pares varones? Sí, tenemos evidencia suficiente para afirmar que una mayor participación de mujeres amplía la agenda de género (esto no quiere decir que todas las mujeres que hacen política, sin excepción, se aboquen a ello).

“Cada vez más voces recetan mecanismos de participación directa para curar una ‘democracia enferma’. ¿Es mejor la democracia representativa que la directa? 

¿Cómo entra en estos esquemas el debate sobre la (des)penalización del aborto? Dos aspectos son centrales: la cuestión divide profundamente a la sociedad, pero lo hace transversalmente. Porque es un tema que moviliza pasiones, quienes se oponen a la participación directa de “los comunes” seguramente dirían que los derechos humanos nunca deberían dejarse en manos de las masas.

En Irlanda, una sociedad tradicionalmente católica y conservadora, se esperaba que la propuesta fuera rechazada. Sin embargo, fue aprobada con contundencia. Durante cinco fines de semana, entre noviembre de 2016 y abril de 2017, los 99 miembros electos por sorteo se reunieron para debatir la enmienda a la Constitución, moderados por una coordinadora y estimulados por las presentaciones de expertos con enfoques y posturas variadas. La academia garantizó la calidad del proceso: información completa (entre otros, argumentos de todas las posturas). La Asamblea emitió un dictamen favorable y se convocó un referéndum, el 25 de mayo de 2018, donde consiguió el claro apoyo del 66,4% de los votantes.

También en el Cono Sur, en el país del Papa, hubo sorpresas. En un país dividido por la grieta se esperaba que los partidos votaran alineados. Pero el debate se hizo muy público y se retroalimentó y amplificó con las movilizaciones que ocurrían en las plazas y calles. Hubo momentos de altura argumentativa, y también lo contrario: aparecieron en el Parlamento “pasiones irracionales” adjudicadas al ignoto “hombre de la calle”. Las preferencias de voto atravesaron y dividieron los grupos parlamentarios. Las principales abanderadas –que instalaron la idea de que no se discutía aborto sí o no, sino su carácter libre o clandestino– fueron las mujeres, aunque no todas votaron a favor.

“Combinar asamblea ciudadana sorteada con referéndum, como se hizo en Irlanda, es un acierto cuando se discuten temas especialmente sensibles”

En Irlanda el proceso terminó. En Argentina continúa y el Senado puede confirmar o rechazar lo votado en la Cámara de Diputados el 14 de junio (129 votos a favor y 125 en contra). Combinar asamblea ciudadana sorteada con referéndum, como se hizo en Irlanda, es un acierto cuando se discuten temas especialmente sensibles: permite canalizar un debate, formar a la opinión pública y, finalmente, tomar decisiones según reglas electorales justas. Pero hay que desmitificar la idea de una participación sin intermediarios: hay nuevas formas de mediación, como las generadas por el conocimiento técnico de elaborar una muestra, por la moderación, la selección de las listas de expertos y las provenientes de las leyes. Son aspectos fundamentales que deben cumplir con criterios que impidan el sesgo y la manipulación.

Lo mismo vale para las campañas que dan marco a un referéndum. Y para cualquier proceso democrático. Aun así, ciertos niveles de incertidumbre son consustanciales a la democracia. Que nadie crea que tiene la vaca atada. La clave para las democracias del siglo XXI es el papel central de los partidos para organizar preferencias, proponer y promover políticas, pero es buena idea repartir poder y crear contrapesos. A ello contribuye una ciudadanía preparada para irrumpir en la escena política (ocurrió en Argentina durante estos meses) que active mecanismos institucionales cuando lo considere relevante (un tema pendiente).

Este artículo se publicó originalmente en Revista ÑEnlace externo (suplemento de ‘Clarín’)

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