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Emigrar, a cualquier precio

Muchos emigrantes españoles y portugueses bien cualificados trabajan en la construcción, la restauración o la limpieza. Keystone

La crisis económica y sociopolítica ha obligado a miles de españoles y portugueses a salir de su país rumbo a Suiza. Para algunos, sin embargo, el sueño se ha convertido en una pesadilla, al verse sin trabajo ni techo. Los emigrantes relatan sus vivencias.

“Tardé un año en decidirme. Y luego, de la noche a la mañana, me dije: Basta, cojo el coche y me voy a Suiza. Y así fue. Partí con mi pareja a fines de septiembre rumbo a Zermatt. No teníamos contrato de trabajo ni dónde dormir, pero confiábamos en encontrar un empleo en un hotel de la región. Fuimos un poco locos e ingenuos…”

“Trabajo no había y el hostal más barato costaba 60 francos la noche. Un precio, que para nosotros los españoles, supone un mazazo. Cuando entré el primer día en un restaurante de comida rápida me eché a llorar de lo caro que era todo. A las dos semanas no aguantamos más y nos fuimos a casa de una amiga en Berna. Y aquí nos quedamos”.

Sin futuro

Ángela* tiene 39 años, una casa en Valencia, una hija en la universidad y algunos ahorros en el banco. Es una mujer alegre, de esas que ven el lado positivo de todas las cosas y experiencias. Relata su historia a swissinfo.ch, sentada en una cafetería de Berna.

“Hay gente que emigra por desesperación, al verse sin un empleo y con el agua al cuello. En mi caso fue distinto. Yo tenía trabajo… quizás no muy bien remunerado, pero eran unos ingresos seguros”.

¿Y entonces por qué dejó todo? “Porque no conseguía imaginarme un futuro en España”, responde Ángela. “Esta crisis económica y sociopolítica nos está devorando como un cáncer. Quería probar la experiencia de vivir en un país con una democracia auténtica y condiciones de trabajo dignas, costara lo que costara. Ahora trabajo de camarera en un restaurante español”.

Al igual que Ángela, miles de ciudadanos del sur de Europa han huido de la crisis para probar suerte en el extranjero. Algunos lo han intentado en otro país de la Unión Europea –como Alemania, Inglaterra u Holanda–; otros en naciones emergentes de América Latina o las ex colonias portuguesas en África.

Suiza, un destino “seguro”

También Suiza se ha convertido en un destino de emigración. A fines de 2011 se contaban 224.171 ciudadanos portugueses en este país, 11.000 más que el año precedente, y 66.011 españoles (1.848 más).

Según José Raimundo Insua, secretario del Consejo de Residentes Españoles (CRE) de Berna-Basilea, se pueden distinguir tres categorías de nuevos emigrantes. “Jóvenes, altamente cualificados; personas que han vivido en primera persona una experiencia en Suiza o que disponen de una amplia red de contactos; y los que vienen a ciegas y muchas veces tienen una imagen estereotipada de este país”.

Las estadísticas, sin embargo, reflejan solamente una parte de la realidad. “Hay personas que llegan a Suiza sin un contrato laboral y, por consiguiente, tampoco se dan de alta ante las autoridades. Permanecen aquí como turistas los primeros tres meses, duermen en casas de amigos, en los centros de acogida destinados a los sin techo o incluso en su coche. La situación es realmente dramática”, comenta Antonio Da Cunha, presidente de la Federación de Asociaciones Portuguesas en Suiza y profesor de Geografía en la Universidad de Lausana.

Albergues municipales

Es el caso de los portugueses Laura* y Alexander*. “El año pasado la fábrica en la que trabajábamos se declaró en quiebra. Nos vimos sin empleo y con una hipoteca que pagar. Muchos nos habían hablado de Suiza como un destino seguro, donde viven muchos portugueses y se encuentra fácilmente trabajo. Basta adaptarse, nos decían”.

Sin darle más vueltas, el matrimonio echó el cerrojo, cargó todo lo que pudo en el coche y cruzó la frontera. “Llegamos a Berna un viernes por la noche, en el mes de julio. Hacía calor. Como no sabíamos dónde pasar la noche, bajamos los respaldos de los asientos y dormimos en el coche. Y así durante tres días hasta que unos conocidos nos hospedaron en su casa”, explica Laura.

Si algunas empresas ofrecen alojamiento a los trabajadores estacionales, la situación puede tornarse desastrosa para quienes llegan a la aventura y sin un céntimo. “Ha ocurrido que hemos tenido que mandar a gente a los albergues municipales, pero allí las camas son contadas. Normalmente, estas instituciones suelen acoger a indigentes y no a emigrantes europeos”, precisa Sonia López, asistente social de la Misión Católica Española en Berna.

“Emigrar es un poco como morir”

Tras el boom económico al inicio de este milenio, España y Portugal se ven sumergidos en una profunda crisis desde 2008 que ha disparado el índice de desempleo al 22,9% y 14%, respectivamente. Uno de cada dos jóvenes en España no tiene trabajo. Y en 2011, el número de españoles que emigran superó por primera vez desde 1990 el de los extranjeros que inmigran.

La situación tampoco es alentadora en Portugal. Vivir con 500 euros mensuales–poco más del salario mínimo- se ha vuelto imposible en un país en el que los precios suben constantemente y el trabajo escasea cada vez más. En esas condiciones, la única alternativa es emigrar.

“Entre amigos no hablamos de otra cosa: crisis, desempleo, clientelismo, desilusión…”, dice Giovanna*. “Todos quieren salir del país porque España no ofrece un futuro a sus jóvenes”.

Esta española de 25 años, licenciada en Magisterio está de paso en Suiza. La entrevistamos en el Centro Asturiano de Berna. “Mi pareja vive desde hace siete años aquí. Vine a visitarlo, pero sobre todo a buscar trabajo en alguna escuela infantil. Hace mucho tiempo que me planteo salir de mi país, pero sin un contrato en la mano ni nociones de alemán resulta muy difícil”.

Giovanna sabe de qué habla. Hace algunos años trabajó en una empresa de limpieza en Suiza. “Lo hice por desesperación y por amor, pero no fue fácil. Por la noche llegaba a casa exhausta y triste. Me dolía pensar en la decepción que suponía para mis padres, que trabajaron toda su vida para pagarme unos estudios. Así que regresé a España con la idea de planear mejor mi futuro y en eso estoy ahora”.

“Emigrar es un poco como morir”, sostiene Giovanna, pero cuando el propio país no representa ya una alternativa creíble, la única posibilidad es emprender el viaje. El tiempo dirá si es un adiós para siempre o solamente momentáneo”.

A fines de diciembre de 2011, residían 1.772.279 extranjeros en Suiza. La mayoría de países de la Unión Europea y la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA).

El año pasado, llegaron 142.471 nuevos inmigrantes (134.171 en 2010),mientras que 64.038 abandonaron el país (65.523 en 2010).

Los recién llegados son, en su mayoría, alemanes (+12.601), portugueses (11.018), kosovares (8.923), franceses (4.370) y eritreos (2.575).

En cambio, ha disminuido mucho la inmigración proveniente de Serbia (-10.386), Bosnia (-1.053), Croacia (-1.011), Sri Lanka (-941) y Turquía (-452).

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) alertó a fines de octubre de 2011 sobre “el traumatismo que vive una generación de jóvenes confrontados a una peligrosa combinación de desempleo, inactividad y precariedad en los países desarrollados”.

En su último informe, la OIT señala que ha disminuido el número de jóvenes (15-24 años) sin trabajo en el mundo: de 75,8 millones en 2009 a 75,1 en 2010 (-12,7%). Para 2012 se prevé una disminución del 12,6%, hasta alcanzar los 74,6 millones.

Sin embargo, ese retroceso es solamente aparente, advierte la OIT. Millones de jóvenes, sobre todo en los países europeos, sufren tal pérdida de confianza que prefieren retirarse completamente del mundo laboral, o cursar formaciones esporádicas, en lugar de buscar un nuevo empleo.

España es el país europeo con el mayor índice de desempleo juvenil: 41,6% en 2010. Le siguen Grecia (32,9%), Italia (27,8%), Reino Unido (19,1%) y Alemania (9,7%). Según la OIT, el 7,2% de los jóvenes en Suiza no tienen trabajo.

(Traducción: Belén Couceiro)

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