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Emmerson Mnangagwa, un “cocodrilo” en la política zimbabuense

El vicepresidente de Zimbabue, Emmerson Mnangagwa, pronuncia un discurso durante un funeral en Harare el 7 de enero de 2017 afp_tickers

El vicepresidente de Zimbabue, Emmerson Mnangagwa, apodado el “cocodrilo” por su carácter implacable, que debió huir de su país tras su cese a principios de noviembre por “deslealtad”, nunca renunció a suceder en la presidencia a Robert Mugabe.

Veterano de la guerra de independencia, vicepresidente desde 2014, Emmerson Mnangagwa, fue destituido la semana pasada víctima de las ambiciones políticas de la primera dama, Grace Mugabe.

Obligado a exiliarse, Mnangagwa había prometido regresar al país para dirigir al Zanu-PF, el partido en el poder.

El jueves regresó a Zimbabue, que controlan las Fuerzas Armadas desde la noche del martes.

Los militares colocaron en arresto domiciliario a Mugabe.

Su nombre suena en Harare con insistencia para dirigir una transición política si Mugabe acepta ceder el poder después de 37 años.

Esta hipótesis sería una victoria para este fiel servidor del régimen, que desde hace años sueña con el poder.

Con la independencia de Zimbabue en 1980, Mugabe confió a Emmerson Mnangagwa importantes cargos y ministerios (Defensa o Finanzas).

En 2004, Emmerson Mnangagwa fue víctima una primera vez de su ambición, por lo que perdió su cargo de secretario de la administración del Zanu-PF.

Hasta 2014 no accedió a la vicepresidencia, cuando Joice Mujuru, que le ganó la batalla política diez años antes, fue víctima de la campaña de denigración dirigida por Grace Mugabe.

Mnangagwa accedió entonces al estatuto de potencial delfín del “camarada Bob”, de salud frágil.

Emmerson Mnangagwa nació el 15 de septiembre de 1942 en el distrito de Zvishavana, en el suroeste de Zimbabue, y creció en Zambia.

Hijo de un militante anticolonialista, se unió en 1966 a las filas de la guerrilla independentista contra el poder colonial. Fue detenido y evitó la pena capital, aunque purgó una pena de diez años de prisión.

– “Destruir y matar” –

Desde esos años Mnangagwa mantiene buenas relaciones con los militares.

El “cocodrilo” no derrama lágrimas y sólo se lo conoce por su dureza. Emmerson explica que sus años de guerrilla le enseñaron a “destruir y a matar”.

Cuando era jefe de la seguridad nacional, dirigió en 1983 la brutal represión de las fuerzas de seguridad en las provincias disidentes de Marabeleland (oeste) y Midlands (centro).

La represión presuntamente dejó unos 20.000 muertos, balance nunca confirmado.

En 2008 se encarga de la organización de las elecciones junto al presidente y dirige los fraudes y la violencia que permitieron a Mugabe conservar el poder a pesar de haber sido derrotado en la primera vuelta.

Su ahínco le valdría sanciones estadounidenses y europeas. Pero también se ganó el cargo estratégico de comandante de las operaciones de todo el aparato de seguridad.

Emmerson Mnangagwa supuestamente es también uno de los hombres más ricos de un régimen criticado por su corrupción, con intereses en minas de oro.

Un cable diplomático estadounidense de 2008, revelado por WikiLeaks, aludía a “un patrimonio extraordinario”, en parte amasado cuando ayudó al presidente Laurent Kabila a combatir a los rebeldes en la República Democrática del Congo (RDC).

Pero la hipótesis de su regreso al poder inquieta a los que no olvidaron su pasado. “Nadie quiere una transición con un tirano no electo reemplazado por otro”, resumió el ministro de Relaciones Exteriores británico, Boris Johnson.

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