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El regreso del infierno de los supervivientes de Zimbabue

Praise Chipore, de 31 años, superviviente del cilón Idai, que golpeó Zimbabue, el 18 de marzo de 2019 en Chimanimani (este) afp_tickers

Su rostro entumecido y su mirada aterrada no engañan. Praise Chipore regresa del infierno. En medio de la noche “el agua se llevó mi casa, me engulló”, cuenta esta zimbabuense que sobrevivió milagrosamente. Pero no tiene noticias de su hija, que dormía a su lado.

La vivienda de Chipore, de 31 años, no resistió el paso del ciclón Idai por el este de Zimbabue la noche del 15 al 16 de marzo, dejando 98 muertos en esta región.

En el hospital de la pequeña ciudad de Chimanimani, entre majestuosas montañas, los supervivientes del ciclón se hacinan en una de las salas.

Estirada de una cama blanca de hierro, Tapiwa Chanyawo cuenta con los dedos de la mano los familiares perdidos.

“Mi madre, mi padre, mis dos hermanas pequeñas -la que acababa de comprar condimentos y la que tiene un niño-, están muertas”, explicó a la AFP.

Idai barrió primero Mozambique antes de golpear al vecino Zimbabue, causando en ambos países al menos 182 muertos en total.

Pero el balance probablemente aumentará y podría, según el gobierno mozambiqueño, superar los 1.000 muertos. En Zimbabue, al menos 217 personas siguen desaparecidas.

“No se dónde mi hija está enterrada entre escombros”, lamentó Jane Chitsuro, de 42 años, con la cabeza vendada.

“Ya no hay casa, no hay muebles, nada para vestirse. Solo ladrillos rotos”, lamentó.

En un barrio de Ngangu, en Chimanimani, más de un centenar de casas fueron arrasadas por los vientos, las lluvias y las rocas desprendidas. En la carretera, los autos y las piedras forman un amasijo.

Tres personas, dos de ellas alumnos, murieron en una escuela de la ciudad por el alud de rocas.

– Ataudes improvisados –

No lejos del hospital, una legión de hombres y mujeres cavan frenéticamente en la tierra ocre. Cavan tumbas.

Un tractor va y viene con ataúdes en su remolque, hechos apresuradamente con tablas. Se llenan pronto.

“Tenemos la impresión de estar lidiando con las consecuencias de una guerra a gran escala”, dijo el lunes el ministro de Defensa, Perrance Shiri.

Varios puentes quedaron destruidos. Partes de la carretera se derrumbaron. Los hombres intentan, con la ayuda de palos, cruzar un río cuyo caudal corre furioso cerca de Chimanimani.

El país nunca experimentó una “destrucción de infraestructura de tal magnitud”, sentenció el ministro de Transporte, Joel Biggie Matiza.

Detrás de un camión militar, docenas de personas se alinean pacientemente para la distribución de alimentos.

Entre ellas, Tafadzwa Woyo, una mujer con los cabellos envueltos en una tela azul y blanca. “Mi suegro murió en el derrumbe de su casa, y todavía estamos buscando a uno de sus hijos, que se cree que está atrapado debajo de las rocas”, narra. “Necesitamos ayuda”.

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